Guerra relámpago
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Comenzó la guerra en el momento en que no fue viable decir: “Ayuso, lo de arrasar no es mérito tuyo, es mérito de la gaviota”. Guerra relámpago, pierde Casado
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Comenzó la guerra en el momento en que no fue viable decir: “Ayuso, lo de arrasar no es mérito tuyo, es mérito de la gaviota”. Guerra relámpago, pierde Casado
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El garzoneo ha sido mayúsculo y al final el debate ha quedado desdibujado con brochazos gordos que emborronan más que aclaran
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Cayetana Álvarez de Toledo no experimenta lo que le vale un peine en la vida real al ochenta por ciento de los españoles aunque sí que sepa lo que vale una noche de reyes en Verbier, pero tiene criterio propio y una serie de consideraciones fundamentales sobre una vida política tan degradada como la nuestra. Personalmente daría bastante por acceder a una democracia más plena de la que tenemos en la que en un sistema de listas abiertas uno no tuviera que elegir rebaños sino entendimientos, que el votante, en una ensoñación atemporal de la democracia que no tenemos, pudiera marcar con una crucecita, y con independencia del partido al que pertenecieran, nombres como los de Clara Campoamor, o Julián Besteiro, o Julio Anguita, o Cayetana Álvarez de Toledo.
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Mientras Pablo Iglesias era un tipo listo con unas cuantas lecturas bien aprendidas y administradas en un puñado de tertulias de máxima audiencia, Yolanda Díaz es inteligente y tiene vida vivida en mil avatares. Lleva consigo la marca del PCE pero ha salido de la sacristía soviética de sus mayores y se ha dado una vuelta por el mundo que tenemos para tomar nota y desplegar su propio tenderete. Ha comprendido también, superando el intransigente sectarismo de los comunistas puros, que para preocuparse por la precariedad laboral creciente no hace falta ser un fanático de Marx ni del Manifiesto Comunista que ella prologa, como pensaban aquellos ascendientes suyos que liquidaban sin piedad a los anarquistas por reivindicar la autogestión y no el absoluto control estatal de la economía. Sabe, además, que el socialdemócrata clásico es un anticomunista feroz y eficaz y ella, que presume del sello PCE, templa gaitas y se coloca el mundo de pasarela luciendo como la campeona de la socialdemocracia
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>Más allá de lo estrictamente judicial, en Cataluña existe un problema político, como gustosamente cacarea la reacción independentista. Ciertamente existe un problema de no comprender y valorar del todo el aporte incomparable de lo catalán al conjunto del país, un problema ya viejuno que pesa demasiado en nuestra historia, pero existe también el problema palpitante de la revuelta reaccionaria, carcundiosa y brutal de un independentismo que no querrá nunca jamás integrarse en el proyecto común, que no hará otra cosa que dinamitar los puentes, con una o con otra estrategia, a fuego lento o a ritmo de traca veloz y final como vimos con Puigdemont.
>Lo del independentismo catalán no son fuegos de artificio, está pensado, calculado y llevado a sus últimas consecuencias en el desafío de 2017 que llevó a parte de la cúpula a la cárcel. Ahora esos políticos presos salen de su encierro a dar mítines y a proclamar a los cuatro vientos que se encuentran en fase de repliegue pero que lo volverán a intentar. Ven posible y factible, a medio plazo, el sueño envenenado de la república catalana, esa república que no solamente liquidaría el proyecto de España sustentado en la Constitución y nutrido por siglos de historia sino que además supondría la segregación de cerca de la mitad de los catalanes, su exclusión, su condena al ostracismo. Personas que ya se ha sentido fuera de lugar, marginadas y ninguneadas con décadas de gobiernos nacionalistas y que de llevarse a cabo el escenario final anhelado por los independentistas, quedarían cercenadas, desprovistas de las libertades básicas, obligadas al exilio para vivir con un mínimo de tranquilidad. Principalmente la oposición frontal al independentismo catalán es una tarea en favor de la libertad y de la democracia.
>Con este panorama, las elecciones más extrañas de todas las que ha tenido Cataluña a lo largo de su historia, se nos presentan con un Salvador Illa tal que canto magistral a la “conllevancia” que proclamaba Ortega y Gasset como único bálsamo posible al problema catalán. Venía a decir el maestro que como la tensión continua entre Cataluña y el resto de España es irresoluble no queda otra que buscar soluciones que aminoren el dolor y nos permitan convivir, porque la ruptura es, a su vez, tan imposible como el enamoramiento. Illa es ese analgésico para soportar el dolor de cabeza, es ponerle paños calientes al dilema tras el calentón de los últimos años, es templar gaitas con descaro y furor a ver qué es lo que va pasando y que las aguas vuelvan a algún cauce aceptable por más indefinido que sea.
> Hay una especie de guion preestablecido antes de que las urnas hablen, una hoja de ruta según la cual el ponderado, educado y moderado Illa sería el presidente de una Generalitat más centrada tras el despelote de los últimos años, con una ERC asistiendo al gobierno como maestra de ceremonias y total mando en plaza, mientras los indultos son tramitados, y al mismo tiempo que aprovechando la gran tajada en el gobierno de Madrid, con Pedro Sánchez proclamando desde todos los púlpitos que España y Cataluña se han reconciliado gracias al buen hacer del diálogo y el talante. Sin embargo, los independentistas no quiere está solución, aunque la aprovecharían si es la única opción que tienen para seguir alimentando su objetivos.
>El problema de esta conllevancia, que no deja ser un tanto impostada, es que todo queda a gusto de la parte independentista en el momento en que se acepta que el terreno de juego en el que nos movemos es un conflicto entre España y Cataluña, como si de dos países se tratara. Jugando en ese terreno de juego, asumiéndolo como el único válido, el independentismo se reconciliará o se enfadará con España (la otra parte del “conflicto”) según le convenga. Por eso saben que tienen la sartén por el mango y que se pueden permitir el lujo de ser los “presos políticos” más dicharacheros y bailones de todo el orbe democrático.
Javier-López @NuevoSurco
Texto publicado en los diarios del grupo Promecal
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>La tormenta está siendo tan dramática y perfecta que con la crisis del coronavirus se resolverán muchas de las incógnitas que vienen planeando en España desde que una mañana de Junio de 2014 Juan Carlos I abdicara
>Del confinamiento, la España constitucional saldrá reforzada o se derrumbará estrepitosamente
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Pedro Sánchez quiere presupuestos cuantos antes. ERC elecciones catalanas, y ganarlas. Por eso habrá manitas por debajo de la mesa
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>Iglesias tendrá su minuto de gloria, y una gloriosa jubilación con todo el ringo-rango postpoltrona gubernativa, pero su invento político ha fracasado por más exitosa que haya sido su maniobra de supervivencia
>Lo suyo quedará ahora en discursos y un poquito de demagogia y si al final del trayecto remite en algo la alarmante precariedad, que ni él ni Irene Montero ni Alberto Garzón jamás han padecido, con un canto en los dientes nos podremos dar
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ERC lo tiene claro: la consulta a los catalanes tras la mesa de diálogo es la antesala de un referéndum a corto plazo
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>Iceta es a día de hoy el alumno más aventajado de la impenetrable escuela desplegada por Pedro Sánchez para llegar y seguir en el poder. Lo de Sánchez no lo ve claro, ni mucho menos, una parte importante y sustancial del PSOE, en baronías y en otras terminales
> Porque aquí el único que sonríe es el líder del PSC, tan simpático y bailongo, contando naciones. Y dice que le salen ocho y hasta nueve, aunque se deja fuera a Castilla, en toda su amplitud, como si importara poco. Pero es que Iceta no habla de cultura, ni de historia, ni de nada, y dice que se refiere a las comunidades que en su estatuto expresan no sé qué intención. Parece que lo que le interesa realmente es allanar el camino del discutido y discutible pacto para después reproducir una suerte de nuevo tripartito en Cataluña, como aquel de 2003. Y que le quiten lo bailao