martes, 19 de marzo de 2024 00:15h.

Garzoneando

ENS-Política

El garzoneo ha sido mayúsculo y al final  el debate ha quedado desdibujado con brochazos gordos que emborronan más que aclaran

Imagen Garzoneando
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El gran follón comenzó cuando en el periódico The Guardian se aseguraba que el ministro español de Consumo, Alberto Garzón, afirmaba que España exporta carne de mala calidad producida por animales maltratados. Gran traca, polvareda asegurada, y el ministro de las horas contadas que, sin embargo sigue y sigue,  de nuevo en el candelero. No le viene mal al ministro, por aquello de cubrir una mínima cuota de pantalla, en un ministerio un poco florero de cuya cartera salen polémicas de consumo rápido más que órdenes ministeriales.

Sí, de nuevo el ministro de las horas contadas se volvía a meter en un charco. Otra vez, a decir de Emiliano García Page, “cuando el diablo no tiene nada que hacer espanta moscas con el rabo”. El ministro de las horas contadas que asegura que terminará la legislatura, y es posible que así sea, volvía a ponerse en el disparadero protagonizando el inicio de una cuesta de Enero en la que estamos hablando mucho más de él que de los asuntos propios del tiempo: los precios que suben, la pandémica vuelta al cole o la incidencia disparatada del virus en su fase Ómicron que ahora nos planteamos “gripalizar”.

Garzón, que si finalmente no es un ministro de breve tránsito sí que es un ministro en busca de un protagonismo mínimo en un gobierno de coalición saturado de carteras por aquello de cumplir con las cuotas, volvía a liarla, como otras veces con el asunto de la alimentación, volvía a meterse en camisa de once varas comportándose como un creador de opinión, un polemista, un tertuliano, algo, por otra parte, muy extendido en  la política de última generación, lo que finalmente ha resultado ser la nueva política.

Porque lo que realmente dijo Alberto Garzón a The Guardian, más allá de la mala pasada que le jugó la publicación con los titulares, es algo tan razonable y sensato como que el sistema de ganadería extensiva, tradicional, familiar, aporta más calidad y es más respetuoso con el bienestar animal y el medio ambiente que las macrogranjas intensivas, agresivas, nutridas con animales encerrados y estabulados, generadoras de residuos que no siempre son bien controlados. Tiene razón cuando dice que su argumentación es impecable, yo diría que irrebatible, pero un ministro de España no solamente se puede limitar a señalar problemas sin aportar soluciones. Es más, ¿dijo lo que debe decir un ministro en una publicación de otro país?, ¿nadie en su equipo de comunicación le advirtió de los titulares que podrían extraerse de aquello?

Lo que señala Alberto Garzón, en busca de su foco y su protagonismo, es un problema de envergadura, estructural, que no se va a resolver con sus argumentaciones críticas ni con unas cuantas mediditas que puedan salir de un ministerio de cuota, más bien sin contenido. Tiene que ver el problema con nuestra forma de producir y consumir, como él sostiene, pero él no se puede limitar a argumentar como lo pueda hacer yo mismo en esta columna. Lo cierto es que el garzoneo ha sido mayúsculo y al final, como suele ocurrir en estos casos, el debate ha quedado desdibujado con brochazos gordos que emborronan más que aclaran

En una escala de valores lógica, humana y racional lo primero debía ser proteger la dignidad y el bienestar de esos animales que sufren una vida absolutamente lamentable entre rejas, y controlar el impacto medioambiental que provocan ciertos residuos que se utilizan en las explotaciones ganaderas, pero ni el maltrato animal ni el impacto ambiental negativo son propiedad exclusiva de las grandes explotaciones. También las hay pequeñas que están abonadas a lo intensivo. ¿Entonces qué hacemos? Luego habría que ver como se reduce el descomunal consumo de carne que hace rentables las macroexplotaciones y como se atenúa el impacto económico y laboral en un sector que languidecería sin remedio con una ingestión de carne más saludable y reducida que la actual. Y, entretanto, habría que estudiar cómo se protege ante la competencia abrasiva de las macrogranjas al pequeño productor de -,por poner solamente un ejemplo,-  la vaca retinta extremeña que se encuentra en peligro de extinción ante la competencia brutal de las grandes explotaciones intensivas. Ingente tarea. ¿Es capaz de abordarla un ministerio  como el de Garzón?. Seguramente no, pero, en cualquier caso, es de lo que debe hablar nuestro ministro que garzonea cuando se aburre como los gatos ronronean o los buhos ululan en la copa del árbol más frondoso

@NuevoSurco

Texto publicado en los diarios del grupo Promecal

Imagen The Objective