martes, 16 de abril de 2024 01:12h.

Soraya o el enamoramiento de Cataluña

Javier-López

Soraya es consciente de la gravedad del problema, y ella se ha empeñado personalmente en el envite. Sabe también, mejor que muchos miembros del PP, incluido algunos catalanes, que hay que llegar al tuétano de la catalanidad.

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A Cataluña hay que amarla y además hay que entenderla. El catalán es ante todo un pueblo sentimental, y eso es algo que pierden de vista con mucha facilidad algunos españoles del resto de España que piensan que todo allí se reduce exclusivamente a los asuntos relacionados con la “pela”

Seguramente la mayoría de los españoles queremos que Cataluña se sienta parte de proyecto común que une históricamente con intensidad a todos los pueblos que ocupan la piel de toro, pero hoy estamos muy lejos de ello. Más allá de realidades históricas incuestionables (en este caso la nación española), el sentimiento no cuaja hoy por hoy entre una amplia mayoría de catalanes.

El TC acaba de dictaminar que el referéndum independentista es ilegal, como no cabía esperar otra cosa. Al tiempo, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, coloca despacho en Barcelona, en la Delegación del Gobierno presidida por Enric Millo.

Soraya es consciente de la gravedad del problema, y ella se ha empeñado personalmente en el envite. Sabe también, mejor que muchos miembros del PP, incluido algunos catalanes, que hay que llegar al tuétano de la catalanidad y que no se trata tanto de estar absolutamente todo el día horadando en el argumento de que Cataluña no es nada sin España sino de poner en valor lo que España es gracias a la aportación catalana. Hay que saber decir Espanya a pulmón lleno.

La vicepresidenta, que lo entiende bien siendo vallisoletana, es de las que mejor pronuncia el catalán en su partido, como se comprobó en aquel reclamo audiovisual en que una variopinta constelación de las estrellas del PP nos pedían unidad a los españoles con mejor o peor tino en el acento

Hay que tener en cuenta que un catalán, también los que se identifican como españoles y aman a España, se siente radicalmente catalán, en una identidad que no es intercambiable por nada, ni prescindible ni objetable. Solamente los independentistas, reaccionarios a caspa completa, están consiguiendo que algunos catalanes renieguen de una de las más bellas formas de ser español.

De manera que la tarea de Soraya es extremadamente complicada porque tiene que superar de un lado la manifiesta ilegalidad de los planteamientos independentistas con los que además llevan manipulando a los catalanes durante cuatro décadas; de otro, la incomprensión de una parte importante del llamado españolismo empeñado que que todo se reduce a que “Cataluña se de cuenta de lo que le debe a España”.

Adolfo Suárez, que tuvo intuición especial hacia el tema catalán al tiempo que algunas ingenuidades en el tratamiento del asunto autonómico, sabía que había que viajar por Cataluña y entregarse a sus gentes, sabía que los catalanes debían sentir la presencia del presidente de un Gobierno de una España que aprendía a ser integradora

Después vino el dispendio pujolista, la deslealtad absoluta del nacionalismo, y el mirar para otro lado de los sucesivos gobiernos, incluido muy especialmente el de un José María Aznar que ahora pone el grito en el cielo con la llamada Operación Diálogo.

Y estamos en el punto y hora en el que las sentencias del TC son una vía tan estrictamente legal como política/emocionalmente insuficiente. Soraya piensa que ella puede hacer algo más.