martes, 16 de abril de 2024 00:00h.

#PeriodistasAcosados (O cómo Podemos no es el único mal)

Javier-López

Una cosa es denunciar el acoso de Podemos a los periodistas incómodos y otra es presentar el asunto, cual maravillosa cortina de humo, como si el mundo del periodismo no tuviera a día de hoy otros problemas bastante serios

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Todavía no hace dos años que publiqué el ensayo #MasAllaDePodemos en el que denunciaba las raíces ideológicas antidemocráticas del fenómeno populista español. Escribí entonces, y lo mantengo ahora, que se trataba de un caso de “izquierda fascistizada” en una expresión que no siempre ha sido bien comprendida. La referencia al fascismo  iba más bien por las pulsiones típicas de Pablo Iglesias, y desde luego no pretendía generalizarla a la masa de seguidores del partido morado, entre los que hay miles de personas bienintencionadas.

Quise decir que ante la imposibilidad de presentarse ante la sociedad como un comunismo sin careta, el Podemos de Pablo Iglesias adoptaba ya  rasgos típicos del fascismo más genuino, el inventado por Mussolini, en lo referente a recursos emocionales y también programáticos.

Dos principalmente: Renunciar a proponer un nuevo modelo económico para depositar toda la confianza en un intervencionismo del Estado en la economía,  por un lado, y sustituir los mecanismos contantes y sonantes de la democracia por una indefinida democracia sentimental del pueblo en la que al final prevalece la voz de un líder que se acaba identificando, primero, con la voluntad de sus seguidores y, en la fase culminante, con la voz de la patria a la que pretende redimir. Eso es lo que quise decir cuando hablé de izquierda fascistizada en Podemos, y lo mantengo.

Ahora habría que añadir el acoso a los periodistas, a los que se considera personajes encanallados, basura prescindible y gente sin criterio al servicio de los medios oligárquicos. La APM ha presentado una denuncia al respecto que comparto. Yo mismo he sabido como escuecen en los ámbitos de Podemos las criticas más certeras, no solamente por el ensayo al que aludía al principio, sino por alguno de los artículos publicados en Diario16: http://diario16.com/el-fascismo-que-hay-en-pablo-iglesias/

Escuecen en el podemismo más ideológico y pensante las críticas más certeras como  resbalan las que no se salen del guión consabido (rojos-chavistas-bolivarianos)  al que nunca renuncian, por otra parte, los que dicen odiarles a muerte. Esos a los que las críticas más certeras les parecen ineficaces.

Pero una cosa es denunciar el acoso de Podemos a los periodistas incómodos y otra es presentar el asunto, cual maravillosa cortina de humo, como si el mundo del periodismo no tuviera a día de hoy otros problemas bastante serios, a saber:

Cuando las empresas de comunicación están mal nutridas, saliendo adelante con el trabajo de becarios a los que se les usa sin pagarles nada  aprovechando sus deseos infinitos de abrirse paso.

Cuando miles de profesionales de una trayectoria probada regalan o malvenden su buen hacer en la redacción, en el análisis o simplemente en la narración de los hechos,  por no hablar de otros tantos miles que han renunciado al camino periodístico por impracticable.

Cuando este sector, junto a la construcción, es el más puteado en lo que llevamos de década, ¿lo único que ocurre aquí es que los bravucones de Podemos acosan a unos cuantos periodistas que no les son gratos?

Vamos a ser serios: No es Podemos lo único que nos putrefacta, por grave que sea el asunto. No es lo único que está amenazando la libertad de información.

Y también me gustaría escuchar algo al respecto en la voz de Carlos Herrera., por ejemplo.  O leerlo en los editoriales de El País, por ejemplo.

Todavía no hace dos años que publiqué el ensayo #MasAllaDePodemos en el que denunciaba las raíces ideológicas antidemocráticas del fenómeno populista español. Escribí entonces, y lo mantengo ahora, que se trataba de un caso de “izquierda fascistizada” en una expresión que no siempre ha sido bien comprendida. La referencia al fascismo  iba más bien por las pulsiones típicas de Pablo Iglesias, y desde luego no pretendía generalizarla a la masa de seguidores del partido morado, entre los que hay miles de personas bienintencionadas.

Quise decir que ante la imposibilidad de presentarse ante la sociedad como un comunismo sin careta, el Podemos de Pablo Iglesias adoptaba ya  rasgos típicos del fascismo más genuino, el inventado por Mussolini, en lo referente a recursos emocionales y también programáticos.

Dos principalmente: Renunciar a proponer un nuevo modelo económico para depositar toda la confianza en un intervencionismo del Estado en la economía,  por un lado, y sustituir los mecanismos contantes y sonantes de la democracia por una indefinida democracia sentimental del pueblo en la que al final prevalece la voz de un líder que se acaba identificando, primero, con la voluntad de sus seguidores y, en la fase culminante, con la voz de la patria a la que pretende redimir. Eso es lo que quise decir cuando hablé de izquierda fascistizada en Podemos, y lo mantengo.

Ahora habría que añadir el acoso a los periodistas, a los que se considera personajes encanallados, basura prescindible y gente sin criterio al servicio de los medios oligárquicos. La APM ha presentado una denuncia al respecto que comparto. Yo mismo he sabido como escuecen en los ámbitos de Podemos las criticas más certeras, no solamente por el ensayo al que aludía al principio, sino por alguno de los artículos publicados en Diario16: http://diario16.com/el-fascismo-que-hay-en-pablo-iglesias/

Escuecen en el podemismo más ideológico y pensante las críticas más certeras como  resbalan las que no se salen del guión consabido (rojos-chavistas-bolivarianos)  al que nunca renuncian, por otra parte, los que dicen odiarles a muerte. Esos a los que las críticas más certeras les parecen ineficaces.

Pero una cosa es denunciar el acoso de Podemos a los periodistas incómodos y otra es presentar el asunto, cual maravillosa cortina de humo, como si el mundo del periodismo no tuviera a día de hoy otros problemas bastante serios, a saber:

Cuando las empresas de comunicación están mal nutridas, saliendo adelante con el trabajo de becarios a los que se les usa sin pagarles nada  aprovechando sus deseos infinitos de abrirse paso.

Cuando miles de profesionales de una trayectoria probada regalan o malvenden su buen hacer en la redacción, en el análisis o simplemente en la narración de los hechos,  por no hablar de otros tantos miles que han renunciado al camino periodístico por impracticable.

Cuando este sector, junto a la construcción, es el más puteado en lo que llevamos de década, ¿lo único que ocurre aquí es que los bravucones de Podemos acosan a unos cuantos periodistas que no les son gratos?

Vamos a ser serios: No es Podemos lo único que nos putrefacta, por grave que sea el asunto. No es lo único que está amenazando la libertad de información.

Y también me gustaría escuchar algo al respecto en la voz de Carlos Herrera., por ejemplo.  O leerlo en los editoriales de El País, por ejemplo.

Artículo publicado en Diario16