sábado, 27 de abril de 2024 00:08h.

En Toledo

#ElTajoMuere

Javier López

El hashtag de #ElTajoMuere se extendió como la pólvora hace unos días ante la proliferación de unas extrañas manchas blancas con las que amaneció el río Tajo a su paso por Toledo. El hecho ha provocado de nuevo un intenso debate sobre el estado de enfermedad en que se encuentra uno de los grandes ríos españoles. ¿Vertidos? ¿El trasvase a Murcia?. El mamporreo político sobre el tema impiden un debate serio que devuelva la salud a nuestro río.

No entiendo como un río, que es vida de forma diáfana y cristalina, puede convertirse en un caudal inmenso de mercancía política. No sé si son peores los sucios espumarajos que bajaban por el Tajo el pasado sábado a su paso por Toledo o el eterno rifirrafe sobre lo que está ocurriendo con nuestro gran rió en las últimas décadas sin que por el momento se atisbe ninguna solución en el horizonte una vez superado el impacto mediático del último escándalo. Lo cierto es que ha sido vergonzoso contemplar el espectáculo, vergonzoso para cualquier toledano de bien ver desde lo alto ese agua contaminada manchada de inmundicia, como si el Tajo, harto de nosotros y paciente hasta la extenuación, se hubiera cansado y nos avisara de ello con esos vómitos de espuma blanca que son un tremendo punto negro en lo que debe ser un agua salvaje, limpia y sana. Pero nuestro río está enfermo y de vez en cuando la enfermedad da la cara de una forma alarmante como ocurrió el pasado sábado con esas infames manchas que desafiaron la foto impoluta de la Ciudad Imperial que les gusta ver a los turistas.

Luego  ya vino la discusión y las preocupaciones de rigor. Enfrentamiento total en esto entre la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) y el gobierno regional. Los de la CHT hablan de vertidos en la provincia de Toledo, incluso de la posibilidad de que procedan de las depuradoras públicas.  Desde el gobierno de Emiliano García Page contraatacan  criticando de nuevo el trasvase de agua a Murcia (que depende del gobierno central) a todas luces excesivo y que está provocando un caudal mínimo y absolutamente insuficiente. Y es increíble como un problema de resolución técnica se convierte con esa facilidad en un mamporreo político de primer orden.  Mirándolo desde arriba, pongamos el Parador de Turismo o incluso el Kiosco Base, se percibe que el Tajo no está bien, que va con poco agua, que sus aguas necesitan  mucho más vigor en el caudal. Pero la medición del gobierno regional no tiene nada que ver con la que hace la CHT. ¿Cómo es posible?. Del mismo modo que los asistentes a una manifestación varían en muchos miles de personas dependiendo de quien los cuente, los organizadores o la policía. Todo es política, hasta la viva de nuestro río, hasta que nuestro río diga hasta aquí he llegado y el Tajo se convierta en una emergencia.

En torno al asunto del Tajo y el viejo trasvase que actúa sobre él como una sanguijuela perversa se está formando un movimiento social de protesta amplio. Un asunto grave es el del reparto de nuestros recursos hídricos, que se debe hacer con un criterio de todo el conjunto de la nación, un asunto de tanta gravedad que es imposible que lo pueda abordar un gobierno en funciones. Necesitamos un gobierno que pueda afrontar con contundencia nuestro temas más urgentes y me temo que tampoco el próximo, si es que al final lo tenemos, tendrá ganas de meterse de lleno en la revisión del  tan espinoso trasvase, mucho menos en el  debate siempre presente de que el agua que falta en Levante mejor sería que llegara del Ebro y no del Tajo.  O que pasa con el funcionamiento de esas plantas desaladoras que se anunciaron a bombo y platillo como el gran remedio para la zona levantina. Ya no hablamos de hacer navegable nuestro río, como ocurre en otros grandes ríos europeos y como se llegó a barajar hace no demasiados años, ni siquiera de recuperar espacios de recreo en las riberas. Hablamos de algo tan radical y tan grave como que el Tajo no muera.

(Artículo publicado en La Tribuna de Castilla-La Mancha)