viernes, 19 de abril de 2024 08:52h.

Podemos: el declive

ENS-Polítca

> Pocos son ya los que apuestan por el Podemos diseñado por Pablo Iglesias como una herramienta de futuro. En cinco años la formación morada se ha avejentado de forma acelerada, el viaje ha sido trepidante y decepcionante a un mismo tiempo y quedará finalmente archivado en la mansión de Galapagar como una malversación del caudal de indignación del pueblo español que en plena crisis, soportada en gran medida por las clases medias y  trabajadoras, reclamaba autenticidad y transversalidad para afrontar los problemas del día a día, y no debates siempre complejos sobre el pasado o alianzas estratégicas con los que quieren romper España como espacio solidario.

 >En el seno de Podemos había dos visiones muy distintas de lo que debía ser ese movimiento: una puesta al servicio de Pablo Iglesias con su visión actualizada del viejo PCE al que él se siente unido afectivamente con furor guerracivilista. Y la otra, la errejonista, de mirada más amplia y abarcadora, que era o es la intención de hacer de Podemos un movimiento transversal nacido de la indignación.  Si se quiere, un Podemos más genuinamente populista, si se toma este término, tan confuso y manoseado, como la idea de acercarse a la gente y sus problemas apartando lo más posible los esquemas ideológicos adquiridos.

 

 

 

 

 

 

 

Podemos decadencia
Podemos decadencia

 

Reaparecido Pablo Iglesias el pasado fin de semana en el Madrid del Museo Reina Sofía, cuya plaza no estuvo ni mucho menos tan llena como en otros tiempos cercanos, digerido ya lo de los pañales y los culos que no son sino exhibiciones de un machismo mal disimulado que pretende hacer excepcional la normalidad de muchos/as mujeres y hombres de su generación,  pocos son ya los que apuestan por el Podemos diseñado por él como una herramienta de futuro. En cinco años la formación morada se ha avejentado de forma acelerada, el viaje ha sido trepidante y decepcionante a un mismo tiempo y quedará finalmente archivado en la mansión de Galapagar como una malversación del caudal de indignación del pueblo español que en plena crisis, soportada en gran medida por las clases medias y  trabajadoras, reclamaba autenticidad y transversalidad para afrontar los problemas del día a día, y no debates siempre complejos sobre el pasado o alianzas estratégicas con los que quieren romper España como espacio solidario. Pero no se podía esperar otra cosa de un líder que en verdad nunca vivió las estrecheces de la vida y que además proclamaba a los cuatro vientos que la palabra España le producía urticaria. A estas alturas se puede decir que Pablo Iglesias ha sido el gran problema de Podemos, un partido al que algunos llegaron a temer como posibilidad  real de gobierno o, al menos, como fuerza hegemónica de la izquierda, aunque finalmente una  izquierda extraña y populista que ofrecía asaltar los cielos pero luego pactaba con los reaccionarios del independentismo, que proponía una revolución de mentirijilla que se diluía como un azucarillo al primer toque de moqueta.

Comentaba Irene Montero  últimamente que Podemos no ha llegado a ser lo que la gente esperaba porque se han gestionado mal los problemas internos. Realmente esa es una excusa fácil, amplia y ambigua, la más idónea para salir del paso y no poner ningún “pero”, por el momento, al que sigue siendo tu jefe. Lo que ella llama “problemas internos” han sido consecuencias de un caos territorial de primer orden y del pacto sin disimulo y gustoso con los enemigos de la España de la Constitución, pero también de que en el seno de Podemos había dos visiones muy distintas de lo que debía ser ese movimiento: una puesta al servicio de Pablo Iglesias con su visión actualizada del viejo PCE al que él se siente unido afectivamente con furor guerracivilista. Y la otra, la errejonista, de mirada más amplia y abarcadora, que era o es la intención de hacer de Podemos un movimiento transversal nacido de la indignación.  Si se quiere, un Podemos más genuinamente populista, si se toma este término, tan confuso y manoseado, como la idea de acercarse a la gente y sus problemas apartando lo más posible los esquemas ideológicos prestablecidos.

Lo de Pablo Iglesias tiene y ha tenido el recorrido visto ya casi para sentencia. Lo de Errejón veremos donde llega tras las elecciones autonómicas. Su intención es conquistar la Puerta del Sol para irradiar desde el “kilómetro cero” su idea y su estrategia. No hay demasiado lugar ya para soluciones de compromisos, lo hemos visto con la dimisión del cabeza de lista al Parlamento Europeo, Pablo Bustinduy. En Castilla-La Mancha se ha llegado a una cierta confluencia en el ayuntamiento de Toledo, pero son excepciones que confirman la regla. De la foto inicial de Podemos queda solamente Pablo Iglesias, artífice del declive. La falta de autenticidad y los errores provocados por una visión ideológica demasiado estrecha han sido los causantes.

Decía también  Irene Montero que no han tenido demasiados amigos en los medios de comunicación, y creo que ella no sabe muy bien que es lo de no tener amigos en ese ámbito, porque si Podemos es algo hoy lo es porque algunos medios pusieron el foco en este movimiento y en sus líderes tras el famoso 15M de 2011.Lo pusieron en este movimiento y no en otros que también intentaron capitalizar el descontento. Fue en ese momento cuando Pablo Iglesias salió a los platós como tertuliano estrella. Irene Montero sabe que el Podemos aquel no va a llegar al Poder, y se podría postular para reconstruirlo. Podría ser, a la postre, de las primeras en romper el corrillo de machos alfa que se disputan la presidencia del Gobierno, entre ellos su propia pareja, ya con nulas posibilidades de llegar a asaltar ese cielo que finalmente ha sido un confortable chalet en una zona residencial de Galapagar.

@Nuevosurco

Texto publicado en Promecal