El mundo de Cayetana
ENS-Política
Cayetana Álvarez de Toledo no experimenta lo que le vale un peine en la vida real al ochenta por ciento de los españoles aunque sí que sepa lo que vale una noche de reyes en Verbier, pero tiene criterio propio y una serie de consideraciones fundamentales sobre una vida política tan degradada como la nuestra. Personalmente daría bastante por acceder a una democracia más plena de la que tenemos en la que en un sistema de listas abiertas uno no tuviera que elegir rebaños sino entendimientos, que el votante, en una ensoñación atemporal de la democracia que no tenemos, pudiera marcar con una crucecita, y con independencia del partido al que pertenecieran, nombres como los de Clara Campoamor, o Julián Besteiro, o Julio Anguita, o Cayetana Álvarez de Toledo.
Si el mundo fuera un discurso habría que decir que Cayetana Álvarez de Toledo es mujer ilustrada y brillante. La vida política necesita personas así, con criterio propio, que brillan a buena altura en la comprensión de la cosa pública y en el uso de la dialéctica. Necesita personas así en todas las ideologías. Personas que saben enhebrar un relato propio, con sus ideas fuerza y sus matices. Ella, además al ser española por elección, tiene, por ese motivo, la cualidad de querer a España por vocación, y lejos de deslizarse por los caminos de una frivolidad total, que no parecen encajar en su perfil público, prefiere adherirse a la vieja máxima del nobleza obliga y darse a la política con fruición.
Su valentía, que tanto resaltan algunos es, eso sí, muy relativa porque nunca tendrá el precio desagradable del paro, o de un trabajo mal remunerado, o de hacer pasillos en alguna empresa sin ton ni son hasta el languidecimiento total. En la posición social de Cayetana la libertad, en este caso la libertad de expresión, es una adquisición que se disfruta a tutiplén y con red, como se puede disfrutar una botella de Dom Perignon en una noche navideña en Suiza. Allí se encontraba la Noche de Reyes de 2016 cuando lanzó el famoso tuit contra la polémica primera cabalgata de Manuela Carmena. En un hotel “pequeño y suntuoso de Verbier” (en el cantón de Valais) “después de una mañana perfecta esquiando, una tarde en el spa y un derroche de fondue y vino blanco”. Lo cuenta en Politicamente Indeseable, el libro por el que ahora está en el candelero.
Ciertamente Cayetana Álvarez de Toledo no experimenta lo que le vale un peine en la vida real al ochenta por ciento de los españoles aunque sí que sepa lo que vale una noche de reyes en Verbier, pero tiene criterio propio y una serie de consideraciones fundamentales sobre una vida política tan degradada como la nuestra. Personalmente daría bastante por acceder a una democracia más plena de la que tenemos en la que en un sistema de listas abiertas uno no tuviera que elegir rebaños sino entendimientos, que el votante, en una ensoñación atemporal de la democracia que no tenemos, pudiera marcar con una crucecita, y con independencia del partido al que pertenecieran, nombres como los de Clara Campoamor, o Julián Besteiro, o Julio Anguita, o Cayetana Álvarez de Toledo. Una ensoñación, ya digo
Porque nuestra política, como bien denuncia Cayetana, se ha convertido en una cosa bastante mediocre, una partidocracia en toda regla. Acierta cuando apunta que la férrea disciplina de partido que se impuso en la Transición para ajustar el desbarajuste de siglas y de opciones, no tiene ahora razón de ser. Es más, el gran fracaso de la nueva política que se anunciaba estos años y que finalmente se ha disuelto como un azucarillo, ha sido no alumbrar un gran programa de regeneración democrática que hubiera terminado por achicar el espacio de los partidos para dárselo a los ciudadanos.
Para eso comparecieron en la vida pública partidos como Ciudadanos, ya casi en proceso de defunción. Cayetana Álvarez de Toledo presenta ahora un libro en el que pone sobre la mesa sus argumentos políticos, de calado, y algunos chascarrillos de cocina en la casa de la gaviota, que le asegurarán más repercusión y ventas. Ella, -todo hay que decirlo-, tiene una gran obsesión por no perecer, quiere y requiere foco, y para eso da vueltas y revueltas, ahora con este libro que ya es todo un éxito. Como buena integrante de esa generación intermedia de los que nacimos en los setenta del XX, ha vivido entre dos mundos y pone ese punto de calidad que ya no es habitual en la política, debido, claro, a una bien aprovechada formación académica que no está ni mucho menos al alcance de todos, pero, al tiempo, sabe no perder comba en la espuma del momento en la que mucho de una repercusión pública exitosa se sustancia en una buena vibración fotogénica para llegar a un electorado que termina por ser el cliente habitual de una política totalmente mercantilizada.
Su futuro es incierto, pero hoy en día en la política lo incierto es lo normal y de aquí a poco algún que otro requiebro puede dar con Cayetana Álvarez de Toledo en algún sitio más o menos inesperado. A lo que debe renunciar es a ser portavoz de algo más allá de ella misma. No entiendo aún como pudo aceptar aquella encomienda parlamentaria al frente de la bancada popular salvo por un deseo irrefrenable de estar a toda costa en ese mundo político en el que quiere hacer oír su voz.
@NuevoSurco
Texto publicado en los diarios del grupo Promecal