Jesús: la antipolítica
ENS-Política
¿Alguien es capaz de imaginarle dando un mitin?. Definitivamente Jesús sería un genuino representante de la antipolítica
Viene a colación el título de esta columna de la Semana Santa, que se nos ha colado en medio de la campaña electoral, aunque es más bien al contrario: los políticos ejercen una especie de función profanadora este año con su extraño juego de sombras chinescas con el que se entretienen y nos despistan, pero entre esas brumas emerge clara y rotunda la figura de Jesús, el hombre más humano y el Dios más revolucionario, el representante más genuino de la antipolítica, si entendemos la política como una partida de ajedrez, no demasiado cristalina, destinada a llegar al Poder. Jesús, al no ser su Reino de este mundo, se quedaba reflexionando en las orillas del lago de Tiberíades y rehuía los baños de multitudes a las que, sin embargo, no podía evitar y querían tocarle. Él las curaba y las alimentaba, al tiempo que empleaba algunas parábolas para indicar caminos, sin dogmas.
Jesús se rodeaba de pobres, de pescadores y de mujeres. Era inclusivo, pero en su banquete los primeros eran los de abajo. Sí, y también era un gran feminista, por más que la Jerarquía Católica lo haya olvidado a lo largo de los siglos. Es el hombre que no concibe su labor sin la compañía de mujeres como María, su madre, o María Magdalena, la compañera inseparable, cuya vida sigue siendo un misterio sujeto a interpretaciones múltiples. Una película reciente le situaba como la apóstol por excelencia, la que realmente le supo entender, más que Pedro, Santiago o Juan. Aunque Juan es el discípulo amado, el místico, el que desentraña todo el calado espiritual del mensaje del Maestro. Es el apóstol que nunca podría haber sido Papa pero que dota de sentido pleno el sacrificio de Jesús por amor a la humanidad.
Todo esto tiene poco que ver con las procesiones de Semana Santa, tan bellas a veces, y tan nuestras, tan culturales y folclóricas, con sus cirios y saetas. Tiene poco que ver también con el zampabollismo que impera todavía en algunas jerarquías religiosas. Tiene mucho que ver, en cambio, con la esencia más noble de la vida humana, con el deseo de trasformar la realidad para mejor, transformándose primero a uno mismo. Tiene que ver con las personas buenas y justas, con los misioneros, con los voluntarios, con los políticos honestos y con los que trabajan por la justicia.
Jesús es un punto de inflexión que se incrustó en nuestra cultura. Hay un antes y un después. Pero, ¿alguien es capaz de imaginarle dando un mitin?. Definitivamente Jesús sería un genuino representante de la antipolítica, pero no en el sentido en que se utiliza este concepto ahora cuando se dice “antipolítica=populismo”. Algunos acusan estos días al Papa Francisco de ser un populista, y en cierto sentido tienen razón. En el mejor sentido, busca el contacto con el pueblo sencillo hablándole en el mismo lenguaje. Y también un poco en el peor sentido del concepto populista, porque es cierto que Francisco ha cambiado algo la música vaticana pero la letra sigue siendo absolutamente la misma, con muy pocas variaciones. Ha acortado hasta el extremo la distancia misteriosa que separaba al Papa de sus fieles, y no le gusta que le besen el anillo del pescador, pero en realidad nos sigue diciendo lo mismo en algunos temas que no tienen mucho que ver con la esencia del Evangelio y sí con la costra de los siglos. Lo cierto es que Pedro, el pescador al que Jesús le dio las llaves del reino para atar y desatar, podría ser bastante parecido a Francisco, y un Papa no debe ser, no puede ser, más que Pedro. El Roto dibujaba recientemente a un orondo cardenal de la curia romana exclamando: “Nos ha salido un Papa cristiano. ¡Qué calamidad!”.
Es difícil imaginarse a Jesús en campaña electoral, a pesar de que los políticos se nos han colado de lleno en Semana Santa. Y es complicado también imaginarlo redactando uno de esos documentos episcopales con los que los obispos suelen marcar pautas para ir a votar: el respeto a la vida, la familia, el bien común…No, tampoco me imagino a Jesús redactando un documento oficial. Definitivamente era un representante genuino y auténtico de la antipolítica. Por eso su sacrificio, por no querer entrar en la farsa de los juegos de poder, y por eso, paradójicamente, su perdurabilidad a lo largo de los siglos, por eso su resurrección, también hoy y aquí abajo, en cada una de las personas justas que hacen algo por que la humanidad camine, aunque sea en renglones torcidos, por la senda recta marcada por el nazareno.
@Nuevosurco
Texto publicado en grupo Promecal