martes, 19 de marzo de 2024 00:11h.

El gran riesgo (o el precio de España)

ENS-Política

ERC lo tiene claro: la consulta a los catalanes tras la mesa de diálogo es la antesala de un referéndum a corto plazo

Imagen saludo Sánchez y Junqueras
Imagen saludo Sánchez y Junqueras

Cuando en 1996 José María Aznar firmó una serie de acuerdos con los grupos nacionalistas, CIU y PNV, para poder ser investido y acceder a la Moncloa se levantó una gran polvareda política y mediática. Desde ámbitos cercanos al PSOE y al grupo Prisa se consideró todo aquello como una gran temeridad, irresponsable y desleal, y se llegó a proponer la constitución de un gobierno de gestión que impidiera la deriva alocada de un presidente sediento de poder y de ocupar el sillón monclovita a costa de cualquier aritmética parlamentaria. El por entonces líder de los socialistas catalanes, Raimon Obiols, llegó a denunciar que la investidura de Aznar era una incierta aventura “al precio que sea, un poco a la desesperada”. Mientras tanto, el candidato a punto de ser investido alardeaba calificando de “paso histórico” el entendimiento entre el PP y los partidos nacionalistas. Increíble, ¿verdad?. Corta es la memoria, pero pareciera, tirando de hemeroteca, que estuviéramos estos días ante la misma función con los papeles cambiados.

Sin embargo, casi veinticinco años después, mucho han cambiado las cosas si bien es cierto que de aquellos polvos vienen los peores lodos que hoy padecemos. Lo cierto es que asistimos al escenario final, a la última pantalla, al desenlace de aquella función que comenzó cuando la ley no escrita de la democracia española, pero inevitable con la configuración de nuestros sistema electoral, estableció que para poder gobernar o había que tener mayoría absoluta, o era necesario pactar con grupos antiespañoles a los que les importa un bledo España,  la igualdad y la solidaridad entre los territorios y los pueblos que la conforman. ERC lo ha dicho con absoluto descaro este martes en la sesión definitiva de investidura: “la gobernabilidad nos importa un comino” (Montserrat Bassa).

Aunque curiosamente esa ley no escrita, a la que parecíamos estar condenados, no fue de obligado cumplimiento en el momento más decisivo del tiempo incierto y convulso que vivimos cuando tras las elecciones generales de abril de 2019 PSOE y Ciudadanos juntaban entre ambos una mayoría absoluta amplia para acometer desde posiciones leales al proyecto común de todos las reformas en profundidad que España necesita. Mucho nos vamos a lamentar de esta oportunidad perdida porque posiblemente en ese pacto no fraguado, ni siquiera intentado, estuvo la gran posibilidad de haber creado las bases para afrontar otros cuarenta años con ciertas garantías de éxito.

Porque lo que se avecina ahora, tras el modo en que Pedro Sánchez ha sido investido presidente, nace con la amenaza de que la estructura institucional de nuestro país, es decir, la forma democrática que España eligió para afirmarse como nación en 1978, se despeñe por la ruptura de una de las partes, de momento al menos una. No es exagerado decir que con el pacto entre Sánchez y ERC España está en riesgo; lo está porque una de las partes de ese pacto, imprescindible para sacar adelante la investidura, tiene el objetivo irrenunciable (y ya a corto plazo) de conseguir la independencia de Cataluña, incluso en contra, no solamente del resto de los españoles, sino de amplios sectores de la sociedad catalana. Oriol Junqueras lo tenía muy claro recientemente: “La independencia es irreversible y un nuevo referéndum es inevitable”. También lo tiene claro Gabriel Rufián (en la sesión de investidura): “Sin mesa no habrá legislatura”. El establecimiento de una mesa de diálogo bilateral entre el gobierno de España y la Generalitat es lo que ha pactado Sánchez con ERC para conseguir la abstención de los independentistas, con una consulta final a la ciudadanía catalana sobre lo acordado. ¿Alguien piensa que en la estrategia independentista esa consulta no es la antesala del referéndum que ellos desean a corto plazo, diez años a lo sumo?. Antes, claro, con el previsible adelanto de las elecciones catalanas, ERC seguirá controlando desde la Generalitat los resortes de la educación, la comunicación y la cultura para asegurarse cuando llegue el momento cumbre el porcentaje adecuado de catalanes favorables a la independencia. Y lo hará con el gobierno de España mirando para otro lado. Ese es el precio que se ha pagado. Realmente de eso va esta legislatura, por más que Pedro Sánchez se empeñe en hablar de los precarizados trabajadores españoles cuya indignante precariedad a lo peor no bajará ni un punto al final de este inquietante trayecto.

@Nuevosurco

Texto publicado en Grupo Promecal