martes, 16 de abril de 2024 05:22h.

El yolandismo

ENS-Política

Mientras Pablo Iglesias era un tipo listo con unas cuantas lecturas bien aprendidas y administradas en un puñado de tertulias de máxima audiencia, Yolanda Díaz es inteligente y tiene vida vivida en mil avatares. Lleva consigo la marca del PCE pero ha salido de la sacristía soviética de sus mayores y se ha dado una vuelta por el mundo que tenemos para tomar nota y desplegar su propio tenderete. Ha comprendido también, superando el intransigente sectarismo de los comunistas puros, que para preocuparse por la precariedad laboral creciente no hace falta ser un fanático de Marx ni del Manifiesto Comunista que ella prologa, como pensaban aquellos ascendientes suyos que liquidaban sin piedad a los anarquistas por reivindicar la autogestión y no el absoluto control estatal de la economía. Sabe, además, que el socialdemócrata clásico es un anticomunista feroz y eficaz y ella, que presume del sello PCE, templa gaitas y se coloca el mundo de pasarela luciendo como la campeona de la socialdemocracia

Imagen El Yolandismo
Imagen El Yolandismo

Yolanda Díaz es tan simpática y amable que se le perdona casi todo, hasta escribir un prólogo en 2021, con lo que ha llovido  y siendo ministra, para una nueva edición del Manifiesto Comunista, es decir, la apoyatura teórica y el marco de inspiración de la ideología que,  junto al nazismo, ha causado más millones de muertos en el mundo, en el caso del comunismo por exterminio del oponente y también por hambrunas e injusticias aún mayores que las que decían que estaban dispuestos a remediar a sangre y fuego. Y no es que en ese libro de Marx no haya algún diagnóstico certero y alguna buena intención, pero ya se sabe que lo del comunismo resultó ser un camino hacia un infierno total empedrado de buenas intenciones. Luego, los que siguen en eso, dicen que fueron versiones adulteradas, fallidas, malversadas, y que la verdadera redención está por llegar, Dios nos libre, aunque el yolandismo, -todo hay que decirlo-, tiene pretensiones más modestas.

Yolanda Díaz es simpática e inteligente, y aunque algunos le puedan tachar de roja peligrosa lo cierto es que su revolución desemboca al final en una amonestación amable para que los empresarios paguen mejor a sus obreros, que es lo mismo que les diría cualquier párroco de pueblo, y en reconocer que derogar la reforma laboral es técnicamente imposible porque el marco laboral del país se quedaría en cueros. Es inteligente y sabe torear con mano izquierda, que en su caso es hacerlo con la derecha, y entenderse bien con el empresariado al que en los peores momentos de la pandemia consiguió tener medio embelesado. Su comunismo está oculto tras una gran sonrisa y envuelto en una educación que se agradece hoy en día en la vida política. Tiene algunas diferencias con Pablo Iglesias, su antecesor en la aventura morada que ella quiere ahora dar amable carpetazo para hacer algo más a su manera. Mientras Pablo Iglesias era un tipo listo con unas cuantas lecturas bien aprendidas y administradas en un puñado de tertulias de máxima audiencia, Yolanda Díaz es inteligente y tiene vida vivida en mil avatares. Lleva consigo la marca del PCE pero ha salido de la sacristía soviética de sus mayores y se ha dado una vuelta por el mundo que tenemos para tomar nota y desplegar su propio tenderete. Ha comprendido también, superando el intransigente sectarismo de los comunistas puros, que para preocuparse por la precariedad laboral creciente no hace falta ser un fanático de Marx ni del Manifiesto Comunista que ella prologa, como pensaban aquellos ascendientes suyos que liquidaban sin piedad a los anarquistas por reivindicar la autogestión y no el absoluto control estatal de la economía. Sabe, además, que el socialdemócrata clásico es un anticomunista feroz y eficaz y ella, que presume del sello PCE, templa gaitas y se coloca el mundo de pasarela luciendo como la campeona de la socialdemocracia.

 Yolanda Díaz les saca tres cabezas de ventaja en astucia e intuición a Ione Belarra e Irene Montero, las otras patas del tridente morado tras la marcha del macho alfa, y quizá eso pueda llegar a ser un problema, pero en Podemos saben que se han convertido en un producto absolutamente devaluado y solamente una inteligencia empática y una personalidad con imán les puede sacar del barruzal. Para ello Yolanda Díaz está dispuesta a crear  algo en ese espacio que se viene llamando “lo que hay a la izquierda del PSOE”, algo aún indefinido e impreciso para lo que usa expresiones tan ambivalentes como “entablar un dialogo con toda la sociedad española”. Al final lo que quiere, claro, es crear un artilugio político a su medida que haga olvidar la plataforma que nació en la acampada de Sol y que le llevó a Iglesias desde el megáfono callejero hasta la mansión de Galapagar en un tiempo record, pasando por el Consejo de Ministro y terminando, últimamente, en una cómoda y apacible vida de conferenciante y  analista de alta gama. Yolanda Díaz sabe del problema profundo de credibilidad que tiene Podemos, ya tan lleno de canas, y quiere volver a moldear la materia prima de un partido de izquierda utilizando una dialéctica gaseosa que generalmente no dice nada aunque te deja muy buena sensación, y que  termina reconociendo la impotencia ante lo técnicamente imposible, pero ella seguirá con su canción y su objetivo político, que es en definitiva lo que tiene claro aunque conoce los riesgos de una escalada que puede terminar sin grandes sorpresas con parada y fonda en el eterno PSOE.

@NuevoSurco

Texto publicado en los diarios de grupo Promecal