jueves, 28 de marzo de 2024 01:16h.

Ivanka, la cara amable de Trump

El papel, y la influencia, de la hija mayor del próximo presidente de los Estados Unidos ha sido determinante en la campaña porque encarna el lado más presentable del republicano

Cuando Hillary Clinton se encontró, en el segundo debate de campaña, ante la tesitura de decir algo positivo de su adversario, Donald Trump, la candidata demócrata respondió: “Sus hijos, son increíblemente capaces y comprometidos”. Entre los cinco descendientes del republicano, se refería sobre todo a Ivanka, amiga íntima de su hija Chelsea, y uno de los pilares del magnate tanto en el imperio inmobiliario de la familia como en su carrera electoral.

Fruto del primer matrimonio de Trump con la deportista y modelo checoslovaca Ivana Zelnícková, esta empresaria y modelo de 35 años se ha convertido en una figura clave a la hora de difundir el mensaje político y, sobre todo, contrarrestar la sulfurosa imagen de su padre. La revista Vanity Fair la ha definido, con cierta retranca, como “primera dala primera dama por ma por procuración”. De hecho, ha ejercido durante la campaña electoral el papel de first lady convencional que Melania, la tercera esposa del próximo presidente de Estados Unidos, ha esquivado por varias razones, desde su origen extranjero –poco acorde con el discurso antiinmigración de su marido– a la degradante actitud del republicano hacia las mujeres. La bella modelo eslovena tampoco ha destacado por sus dotes de comunicación ni por sus ideas. Una de sus escasas intervenciones –preparada por el equipo de campaña– copiando textualmente un discurso de la popular Michelle Obama se saldó con un estrepitoso ridículo.

Ivanka, en cambio, cultiva un perfil propio. Criada en Nueva York y educada en las más prestigiosas escuelas y universidades norteamericanas, está perfectamente integrada en las élites del país. A diferencia de su padre, no es considerada ninguna outsider. Y aunque Trump reconozca descaradamente que, de toda su prole, es la “favorita”, ella rechaza de la etiqueta de niña de papá. La recurrente comparación con la célebre heredera París Hilton le produce suma irritación. “Trabajo 13 horas diarias para ganar mi dinero y he pagado la casa a mi padre”, aduce la mujer a la que algunos analistas políticos ven como “la estrella ascendente de la familia Trump”.

Junto con sus hermanos Donald júnior y Eric, ocupa la vicepresidencia de Real Estate Development and Adquisitions, buque insignia del negocio inmobiliario, además de dirigir su propia marca de joyas y de ropa con tienda en Madison Avenue. Ivanka, que durante años compaginó los negocios con los desfiles y las portadas de conocidas revistas de moda, se casó en el 2009 con el empresario judío Jared Kushner, propietario del New York Observer, con el que tiene tres hijos: Arabella (6), Joseph (4) y Theodore (7 meses). Por él se convirtió al judaísmo –afirma que fue una “gran decisión vital”–, lo que ha proporcionado a su padre una estupenda baza para proclamarse amigo de un pueblo receloso de las tendencias xenófobas del republicano.

Con un discurso bien articulado y un carácter extremadamente templado, Ivanka encarna el lado más presentable del histriónico candidato que aterriza en la Casa Blanca como una bomba, tras reventar casi todos los pronósticos. Parece ser la única del clan con autoridad suficiente para permitirse llevarle la contraria. E incluso reñirle, como hizo con los comentarios soeces de Trump respecto a las mujeres. “Son claramente inapropiados y ofensivos”, proclamó al tiempo que se mostraba satisfecha con las disculpas del candidato hacia su familia y los americanos.

“Su padre la escucha, la respeta como uno de sus principales apoyos, no sólo porque es su hija. Es una de las pocas personas que puede influir en su pensamiento”, afirma un amigo de los Trump. Ivanka se define como una “mujer moderna” y al mismo tiempo “muy tradicional” en el plano religioso –respeta el sabbat y la comida kosher– y familiar. A lo largo de la campaña, ha defendido “políticas para que las mujeres con hijos puedan desarrollarse al margen de su papel de madres” y tengan derecho a recibir la misma retribución que los hombres. Unas ideas que, en su boca, adquirían una credibilidad que no habrían tenido en el mensaje de Trump. A medida que avanzaba la carrera electoral, su presencia se fue incrementando en los mítines. Lejos de las soflamas paternas, ha aportado la calidez, serenidad y sentido común a una campaña bronca, asentada en la visceralidad. Una vez en el poder, el flamante presidente ha prometido dejar sus empresas en manos de sus descendientes. Sin embargo, a la vista de la aportación de Ivanka al triunfo electoral, más de un analista se interroga sobre el despacho que podría ocupar la hija predilecta en la Casa Blanca.