lunes, 11 de noviembre de 2024 00:28h.

Hamás contra Palestina

ENS-Internacional

Es muy difícil a estas alturas imaginar un acuerdo de paz que lleve a un periodo de estabilidad y respeto mutuo. La vuelta a las fronteras anteriores a 1967, con la que algunos todavía sueñan, es una quimera impensable. Solamente el exterminio parece valer, y el que extermina siempre es el que tiene más potencia, más fuerza bruta, más ejército. Los otros dan golpes certeros, sanguinarios, despiadados, y se esconden. Acabar con ellos será mucho más complicado que provocar un éxodo masivo hacia la nada del pueblo palestino de Gaza.

Imagen Hamás contra Palestina
Imagen Hamás contra Palestina

Israel ultima los detalla para entrar a sangre y fuego en la franja de Gaza. Hamás, una repugnante organización terrorista de signo islamista, se lo ha puesto en bandeja de plata. Es difícil ya, en 2023, analizar el conflicto palestino-israelí en los mismos términos en que lo hacíamos hace unas décadas no demasiado lejanas, mucho más enfocar el debate en los parámetros en los que se planteó tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Es difícil encontrar nada de romanticismo a estas alturas: ni un pueblo judío  errante en busca de su lugar primigenio trazando una comunidad ejemplar a golpe de kibutz, ni un pueblo palestino heroico y resistente en aquella lucha de David contra Goliat en la que las piedras lanzadas contra el poderío militar israelí eran la principal arma.

Ni el pueblo de Israel es solamente una comunidad bien organizada en busca de su paz y su territorio original, ni el pueblo palestino es solamente una comunidad asediada e indefensa. La sangre es hoy el único argumento en la lucha eterna entre los hijos de Isaac y los vástagos de Ismael.  Hoy el ejército hebreo es poderosísimo y sus intervenciones son brutales al tiempo que parte del pueblo palestino está carcomido por la ideología islamista más radical que se sustancia en la organización Hamás. El conflicto es enrevesado hasta decir basta, y la salida, un poquito de luz al menos, es imposible verla ni siquiera a largo plazo. Los terroristas de Hamás, con su último ataque despiadado, han puesto las bases de una nueva guerra en Oriente Medio que se prevé  larga e imprevisible. La mecha puede prender hasta llegar a Irán y partir de ahí las consecuencias pueden ser dramáticas, aunque se espera que nada llegue a ese extremo. De momento, el gobierno de Benjamín Netanyahu ha dispuesto sus peones para atacar la franja de Gaza por tierra, mar y aire en una operación que vuelve a obviar que la lucha contra el terrorismo es mucho más policial y de servicios secretos que militar. Mucho tenemos que decir los españoles en este sentido, y también en saber en hilar fino, sin confundir a la minoría terrorista con la mayoría del pueblo que dice representar. Aquello de “Vascos, sí, Eta, no”, fue el grito ejemplar de un pueblo que supo matizar.

Hamás se ha convertido en el peor aliado de la llamada causa palestina, y será finalmente la población inocente la que pague las consecuencias con miles de muertes, asedio brutal y falta de suministros básicos. Los terroristas esconderán en sus madrigueras, la historia reciente nos enseña lo escurridizo que puede ser el islamismo radical. Y, sin embargo, convendrá no perder de vista donde estuvo la chispa que encendió esta vez la mecha de la guerra. Hamás es ya el peor enemigo de su propio pueblo por más que sea discutible o condenable la forma que tiene Israel de gestionar su defensa en un territorio en el que está rodeado de enemigos.  Israel se defiende invadiendo territorios, contando además siempre con el fundamental apoyo USA, y convirtiendo todo lo que está bajo su poder en campo abonado para la resistencia y la frustración.

Algunos miran con esperanza a la tierra de Cisjordania, gobernada por Al Fatha, la herencia de Yaser Arafat, más nacionalista palestina que islamista, más proclive al acuerdo y al entendimiento, por más que hoy, además de representar el ala moderada de la causa palestina, sea un núcleo de poder clientelar entregado a la corrupción. Gaza, el territorio de Hamás, será tierra quemada. Las múltiples resoluciones de la ONU sobre el conflicto, papel mojado, nadie las tiene en cuenta ni se acuerda ya de ellas.  Estados Unidos invariablemente prestará su apoyo casi incondicional a Israel. La UE volverá a jugar un papel de hada buena saturada de intenciones positivas y ambigüedad; Rusia y China se seguirán moviendo en la oscuridad, hasta que un alto el fuego, que se prevé lejano, vuelva a marcar un punto y aparte en el conflicto eterno entre los descendientes de Isaac y los de Ismael, los dos hijos de Abraham.

@NuevoSurco

Texto publicado en los diarios del grupo Promecal