viernes, 19 de abril de 2024 00:00h.
Elecciones 10 Noviembre
Política
Imagen Iñigo Errejón

Errejón en el dolor de España

>No sé si la irrupción de Iñigo Errejón animará algo la carrera electoral del 10N. Desde luego,  Errejón es un hombre avispado, y bajo ese aspecto de adolescente empollón, se esconde una persona de  estrategia y con un clara intención de ser voz destacada en la política española. Lo de Madrid no ha sido más que un trampolín.  Muy pocos pensaron otra cosa

>En el PSOE de Pedro Sánchez le miran con mucho agrado pero el sigue pensando que lo suyo va mucho más allá. Sueña con un proyecto auténticamente transversal sobre el que construir un discurso que reivindique el patriotismo por la izquierda. “Me duele España”,  ha dicho en su lanzamiento

>Lo que está claro es que el Podemos de Pablo Iglesias está en proceso acelerado de descomposición y la última jugada de Errejón no es más que la puntilla

>Su invento electoral se llamará Más País. Se especulaba con la posibilidad de que se llamará Más España siguiendo la lógica del Más Madrid. Hubiera sido el gran atrevimiento:  irrumpir en el ruedo por la puerta izquierda rompiendo los viejos moldes que  asocian la palabra España con los tiempos ahora en trance de ser exhumados

>Hubiera sido el gran atrevimiento, pero Errejón y su partido no se han atrevido del todo y dan medio paso, no hacen la valiente pirueta que hubiera supuesto llamar al país por su nombre del mismo modo que llamaron a la capital por su nombre. Sin embargo, es bueno que cada vez más la izquierda española viva en una relación de afecto con España de forma pública y notoria , a pulmón lleno. Siempre es un paso hacia delante

>Errejón, por lo demás, salta a la arena en busca de su cuota en la formación del llamado “bloque progresista”. Sin asumir grandes riesgos dialécticos, algo ya habitual en la Nueva Política

@Nuevosurco

Política
Imagen Albert Rivera

La brújula de Rivera

ENS-Política

En algún momento, allá por 2015, ciertas encuestas favorecedoras le colocaban ya al borde de la Moncloa frente a un PSOE descompuesto y sin rumbo, zarandeado por un Podemos al alza, y un PP aviejado con un Mariano Rajoy resistiendo a toda costa. A Rivera se le presentaba en ese contexto como al hombre del momento, al gobernante necesario, la gran esperanza en el resurgir de nuestra democracia bajo el reinado de Felipe VI. Pero  a medida que esa posibilidad se fue alejando, la figura de Rivera se fue desdibujando, como su propio partido, que ha pasado de ser un potente alegato frente al independentismo en Cataluña con una proyección centrista en toda España, a convertirse en un actor imprevisible y confuso en el escenario político nacional. El asunto se torció definitivamente cuando Albert Rivera decidió que lo suyo era única y exclusivamente dar la batalla por el  liderazgo en el centro-derecha, ganársela a Pablo Casado.