jueves, 28 de marzo de 2024 01:16h.
Albert Rivera
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La brújula de Rivera

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En algún momento, allá por 2015, ciertas encuestas favorecedoras le colocaban ya al borde de la Moncloa frente a un PSOE descompuesto y sin rumbo, zarandeado por un Podemos al alza, y un PP aviejado con un Mariano Rajoy resistiendo a toda costa. A Rivera se le presentaba en ese contexto como al hombre del momento, al gobernante necesario, la gran esperanza en el resurgir de nuestra democracia bajo el reinado de Felipe VI. Pero  a medida que esa posibilidad se fue alejando, la figura de Rivera se fue desdibujando, como su propio partido, que ha pasado de ser un potente alegato frente al independentismo en Cataluña con una proyección centrista en toda España, a convertirse en un actor imprevisible y confuso en el escenario político nacional. El asunto se torció definitivamente cuando Albert Rivera decidió que lo suyo era única y exclusivamente dar la batalla por el  liderazgo en el centro-derecha, ganársela a Pablo Casado.

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Ciudadanos y la normalidad de España

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>El partido que vino a ensanchar espacios y poner aire fresco en el denso y contaminado mapa  político español se ha convertido en el maestro de los cerrojos y los precintos, en el gran tejedor de cordones sanitarios, en el instrumento de un líder en su particular batalla por hacerse con el predominio en el centroderecha en un momento en el que lo más útil para los intereses de España, desde una simple y llana visión patriótica de las cosas, sería facilitar un gran bloque central que impida que el independentismo meta sus sucias manos en la gobernación del país. Lo más útil sería facilitar un periodo de reformas, con una ambiciosa agenda social, que apuntalen definitivamente el edificio que los españoles construyeron como casa espaciosa y habitable para todos hace más de cuarenta años. Ese sería el éxito, se ponga Rivera como se ponga, aunque ese éxito se lleve por delante su ambición personal.

>Sería lo normal en un país democrático, pero tan normal como que nadie se siente a negociar investiduras con grupos políticos de raigambre totalitaria que en algunos casos han dado cobertura política al terrorismo y al tiro en la nuca hasta anteayer. Arrancar de esos grupos, por más que sean fuerza política importante en su territorio, una abstención no deja de ser una extraña concesión a la anormalidad. Tanto como que un partido que se declara centrista, y que ha presumido en algunos momentos de vocación progresista, ni siquiera se siente a hablar con el PSOE.

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La confusión naranja

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>Ciudadanos se lanzó a la arena política desde Cataluña, donde ha cumplido una encomiable labor de respuesta a las tendencias claramente totalitarias del independentismo, para presentarse a la sociedad española como un movimiento político de vocación transversal y regeneracionista, con una ubicación inicial en el centro progresista y la socialdemocracia. Después cambiarían el anclaje en favor de un genérico “liberalismo”, coincidiendo con el recrudecimiento de la batalla con el PP por el control de todo el espacio a la derecha del PSOE. Todo por una cuestión personal: la obsesión de Albert Rivera por comerse la merienda de Pablo Casado y convertirse en el líder de referencia del centro-derecha español.

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LIDERES OK
#28A

Papeletas humeantes: un análisis antes del 28A

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>Solamente un resultado desastroso que vuelva a colocar al PSOE ante un nuevo suelo, dejaría a Pedro Sánchez fuera del juego político

>Ciudadanos tendrá que volver a escenificar grandes escrúpulos a pactar con VOX  si salen las cuentas del tripartito del centro-derecha

>Rivera tendrá un papelón si la suma PSOE+Cs da mayoría absoluta. Complicado quitarle el veto al PSOE sin perder toneladas de credibilidad. Se podría sacar de la chistera algún recurso del tipo de exigir un candidato socialista distinto a Pedro Sánchez. La única opción del PSOE para no repetir la historia pasada es pactar con los naranjas

>En cualquier caso, volveremos a estar a expensas de la aritmética parlamentaria que a veces, más que reflejar la auténtica voluntad de los ciudadanos, provoca sombras chinescas que poco tienen que ver con lo que se ha elegido. Bueno sería introducir en la agenda pública nuevas formas de elección de nuestro presidente, más directas y democráticas.