jueves, 28 de marzo de 2024 00:00h.

La UE cambiará la austeridad por los estímulos tras la victoria de Trump

La clase media, golpeada por la crisis y decidida a votar antisistema, trastoca los planes de Bruselas

union-eutopea-getty-770
union-eutopea-getty-770

La sorpresiva llegada de Donald Trump a la Casa Blanca trastocará los planes económicos de medio mundo. Después de años de austeridad, la Unión Europea se prepara para consumar un claro viraje al terreno de las políticas expansivas con un doble objetivo: contrarrestar los potenciales efectos negativos sobre el PIB del más que posible retorno de EEUU al proteccionismo; y combatir, con inversión y si es posible rebajas de impuestos, el avance del populismo, que se ha erigido en voz de una clase media golpeada por la crisis y que está decidida a votar a políticos que se declaren antisistema. En este sentido, Bruselas animó a los socios comunitarios a aprobar medidas de estímulo del PIB europeo por valor de 50.000 millones de euros.

Una de las primeras medidas anunciadas por Trump, en campaña y tras alzarse con la victoria el pasado día 8, ha sido la de que estimulará la economía doméstica norteamericana con una inyección de medio billón de dólares para invertir en el campo de las infraestructuras. Un gesto más propio de un gobernante socialista que de quien fue tildado de ultraderechista por los medios y numerosos líderes mundiales, pero que impactará de lleno en el PIB de EEUU.

Ese impulso vendrá acompañado de una clara apuesta por el made in América, lo que mejorará la posición de las empresas de aquel país, pero impactará de forma notable en las exportaciones del resto del mundo, especialmente de sus socios comerciales. Y he aquí el problema: entre los principales se encuentran Reino Unido, aún en la UE, Francia, Italia y España.

No es de extrañar, por tanto, que el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Victor Constancio, advirtiera de que la recuperación en Europa sigue siendo débil -el crecimiento no llegará al 2 por ciento ni este año ni los dos próximos- y puede sufrir un deterioro adicional en caso de "incertidumbres" como la de la política que vaya a llevar a cabo Trump y su posible impacto en los mercados emer- gentes.

"Será necesario aplicar medidas de estímulo y reformas encaminadas a mejorar la competitividad en el seno de la eurozona", advirtió Constancio, en una clara advertencia a la Comisión Europea y a los países más defensores de las políticas de austeridad -Alemania, Austria, Finlandia y Holanda, entre otros-. No es un mensaje nuevo de manos del BCE, que lleva más de un año advirtiendo sobre la necesidad de estimular la renqueante economía europea y de subir salarios para favorecer el consumo y, en último término, elevar una inflación en estado comatoso.

El calendario más populista

Detrás del viraje de las instituciones europeas no solo existen motivos económicos, sino también políticos. Trump ha ganado las elecciones de EEUU apelando a la clase media, la más perjudicada por los efectos de la crisis económica y que ha dejado de confiar, como también puso de manifiesto el Brexit del pasado 23 de junio, en los mensajes de la clase política dirigente de las últimas décadas.

En el seno de la UE y entre los líderes de las grandes economías del continente existe una gran preocupación por el hecho de que haya prendido la mecha antisistema, mucho más después de la victoria de Trump. Ni la respuesta más socialdemócrata a la crisis, llevada a cabo por Obama; ni la más ortodoxa, practicada a este lado del Océano Atlántico, han funcionado. UKIP en Inglaterra, el Frente Nacional en Francia, la AFD en Alemania; el Movimiento 5 Estrellas en Italia, Sryza en Grecia y Podemos en España han experimentado un auge en el que pocos creían hace solo un par de años. Hoy, de hecho, los gobiernos de tinte populista se han hecho con el poder en Grecia y Hungría, donde gobierna el ultranacionalista Fidesz de Víktor Orban, y ostentan el poder en regiones y ciudades hasta ahora gobernadas por la izquierda y la derecha más tradicionales.

El problema es que el fenómeno parece ir a más justo cuando el calendario se pone más peligroso. Este diciembre el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se juega su supervivencia política a través del referéndum de reforma constitucional en el que el no, que defienden los partidos más radicales, tiene tantas opciones de victoria como el sí. Y es el mes en el que la ultraderecha puede hacerse con el poder en las elecciones de Austria aprovechando la coyuntura de la crisis abierta por la ola de refugiados.

El próximo año, Francia, con Marine Le Pen encabezando los sondeos, celebra elecciones. Y hasta la canciller alemana, Angela Merkel, podría terminar perdiendo el poder ante el ascenso de la AFD y de los partidos más a la izquierda.

Antes de consumar un viraje tan radical, las autoridades europeas están dispuestas a intentar ganarse de nuevo el apoyo de la clase media, en un momento en el que la tasa de paro de la UE sigue bordeando el 10 por ciento y el crecimiento apenas rebasa el 1,5 por ciento; pero en el que el déficit, inferior al 3 por ciento, y la deuda pública, menor al 90 por ciento, parecen haber sido contenidos.

Esa preocupación por el populismo se deja notar incluso en el discurso de los líderes de las grandes economías de la Unión. Ayer mismo, y desde Alemania, el presidente español Mariano Rajoy reconoció, como "uno de los problemas más importantes" vividos por Europa, "la proliferación de fuerzas políticas sui generis que acaban provocando muchos problemas y malas noticias para los ciudadanos". Se refería, sin citar, al caso griego, cuando la Syriza de Alexis Tsipras prometió acabar con la austeridad para alzarse el poder y ha tenido que someterse finalmente a condicionantes fiscales más duros de lo previsto por parte de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La Comisión reacciona

El miedo a ese tsunami populista en las elecciones del próximo año en Francia, Alemania y también Holanda ha conducido a que la Comisión Europea proclame el fin de la austeridad, informa Jorge Valero desde Bruselas. Y, para probarlo, está dispuesta a respaldar el impulso fiscal que cada vez más voces le recomiendan a Europa.

Bruselas propuso por primera vez el pasado miércoles una orientación fiscal expansiva del 0,5 por ciento del PIB en 2017 para el conjunto de la eurozona (unos 50.000 millones de euros). Sin embargo, lo cierto es que el impulso será significativamente menor, dado que la institución que preside el luxemburgués Jean Claude Juncker -"no soy un fanático de la austeridad", llegó a espetar ante la prensa- ya espera que la zona euro se mantenga en una posición fiscal positiva de alrededor del 0,2 por ciento el próximo año, sin necesidad de adoptar ninguna decisión más.

Este tímido paso tiene por ahora más de simbólico que de otra cosa, ya que el renacimiento de la política fiscal expansiva está por ahora limitado por la necesidad de no incrementar la deuda; la falta de un colchón europeo para dar este estímulo adicional; y la oposición de Alemania, la única con el espacio fiscal necesario como para liderar ese cambio.

En este sentido, sin embargo, incluso los más férreos de la ortodoxia presupuestaria pueden encontrarse graves problemas en el camino a la hora de defender su postura. El vicecanciller alemán, el social- demócrata Sigmar Gabriel, ya ha pedido públicamente "el fin de la austeridad en Europa cuanto antes", en una clara advertencia a su jefa de Gobierno, una Angela Merkel cada día más presionada a izquierda y derecha. No es baladí, de hecho, el escrupuloso silencio que Merkel y su todopoderoso ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, guardan ante la actuación del director del BCE, Mario Draghi, quien ayer mismo anunció una prórroga del programa de compras del supervisor europeo.

Cambio de ciclo

Al margen del auge populista y de la llegada de Trump al poder, lo cierto es que la subida de la inflación, que el año que viene "podría superar coyunturalmente el 2 por ciento en España y en otros países de Europa", según el Instituto de Estudios Económicos (IEE), adelanta un cambio de ciclo que tendrá que traducirse en un cambio en las políticas económicas.

La Reserva Federal parece dispuesta a subir tipos el próximo mes de diciembre, y algunos expertos advierten de que si las medidas de Trump elevan el PIB -en este sentido algunos como Raymond Torres, de Funcas, se muestran incrédulos respecto a que "se vaya a doblar el crecimiento"- el organismo dirigido por Yanet Yellen puede acelerar el ritmo de esos incrementos.

El efecto contagio sobre otros bancos centrales será cuestión de tiempo, y al progresivo fin de los estímulos de mano de los reguladores tendrá que sucederle una actuación más firme por parte del Estado, al estilo de la anunciada por el magnate republicano en EEUU