viernes, 19 de abril de 2024 00:16h.

LO QUE TODO INDEPENDENTISTA CATALAN DEBERIA SABER

Un trabajo basado en artículos académicos de las universidades de Barcelona, Valencia, País Vasco y Oviedo que muestra al independentista catalán los vínculos históricos de Cataluña dentro de Hispania o España

reino de los visigodos
reino de los visigodos
 
Dos regiones de la Tierra han sido elegidas por la historia para protagonizarla. Ambas tienen una mística especial, un papel único.
 
La primera sería el área del Creciente Fértil donde se encuentran la península del Sinaí, Palestina, Israel, Siria y el norte de Irak. Es aquí donde llegaron los primeros homo sapiens que salieron de África y donde por vez primera se encontraron con la otra raza humana conocida, los neandertales, y allí se hibridaron con ellos. Y fueron esos seres a los que el Sahara les cerraría las puertas impidiéndoles volver al paraíso, los que conquistaron el mundo e instauraron las primeras civilizaciones, y quienes iniciaron la historia del hombre. Y aún hoy, es en esta zona de la Tierra donde los tres principales grupos humanos conocidos: judíos, cristianos e islámicos, confluyen, rivalizan y se matan, como eterno recordatorio de nuestra naturaleza.
 
Si Mesopotamia es el inicio y la esencia, la otra elegida fue la Península Ibérica, protagonista de cada fin y renacimiento de la historia.
 
No exagero. Aquellos primeros homo sapiens que salieron de África llegarían antes a Oceanía, Asia y América que a Europa Occidental, terminando en nuestra España. Los conquistadores de Europa no solo lucharon contra el hielo y el deshielo, sino contra el otro grupo humano, los neandertales, esparcidos por todo el continente, tan inteligentes como ellos, y mucho más fuertes y con más tiempo de adaptación.
 
Aquellos hombres usarían lo que solo a ellos quiso dar la naturaleza, la imaginación y el arte, para adaptarse con rapidez a los drásticos cambios en su ambiente, y paso a paso robarían el terreno a los nativos neandertales. Finalmente entrarían a nuestra Península Ibérica, el último bastión de su enemigo, y allí librarían sus últimas batallas hasta llegar al sur de España, donde definitivamente aniquilarían a esa otra raza humana conocida, hasta hacerla desaparecer de la historia.
 
Aún hoy, se encuentra el ADN mitocondrial de aquellos primeros conquistadores europeos en pequeñas aldeas vascas, el U8 . Y dicen que fueron estos pobladores vascos los que desde España  poblarían Gran Bretaña e Irlanda compartiendo con ellos el mismo origen. Y fueron los pobladores ibéricos los que de nuevo entrarían en el norte de África, cerrando así el primer capítulo de la historia del hombre, la conquista de la Tierra.
 
Aquellos primeros pobladores peninsulares se mezclarían más tarde con otras tribus y pueblos que entraron a la península, produciendo las frecuencias genéticas que hoy compartimos todos en España, vascos, catalanes, gallegos y andaluces incluidos. Y por algún místico motivo, el destino les encargaría a los hispanos la tarea de cerrar y abrir cada capítulo de la historia de Occidente. 
 
No ha habido imperio europeo que se haya consolidado sin la conquista de Hispania, y ha sido la rebelión y pérdida de Hispania el fin de ese imperio.
 
Los fenicios le darían su nombre, i-spn-ya, hace 2.800 años, creando a lo largo de todo el levante español,

desde Cádiz hasta Cataluña, algunos de los puertos comerciales más importantes del Mediterráneo. Sus descendientes griegos, los Cartagineses, harían su imperio con la conquista de la mitad este peninsular, lo que llamarían Iberia, y desde allí Anibal entraría en la misma capital de la República Romana. Y sería la pérdida de Iberia al final de la 2ª Guerra Púnica, a manos del general romano Escipión, el fin del imperio griego. Poco más tarde caería el último reducto que quedaba de este, la ciudad de Cartago, desapareciendo el imperio cartaginés de la historia para siempre.  

 
La conquista de Iberia por los romanos marcó un punto de inflexión en la historia de Occidente. Desde entonces las antiguas civilizaciones mediterráneas pasarían al mundo moderno a través de Europa en lugar de África.
 
A los romanos les costaría solo 12 años expulsar a las fuerzas cartaginesas del levante español a finales del s. III a.c., pero emplearían dos siglos de interminables guerras para vencer a los pueblos del interior (celtíberos, lusitanos, astures, cántabros, etc.). Guerras extremadamente violentas y crueles, tras las cuales las culturas prerromanas de Hispania fueron casi por completo exterminadas. 
 
Decía el hispanista inglés Gerald Brennan que "como demuestra claramente la historia, España ha existido únicamente como nación cuando se sintió bajo la influencia de una gran idea o impulso; tan pronto como declinaba esa idea, los átomos de la molécula se separaban y empezaban a vibrar y a chocar unos con otros. Lo vemos por primera vez en tiempo de Augusto, cuando la civilización romana sometió a las belicosas tribus íberas. Apenas acabada la conquista, España hizo suya la idea de Roma, en una medida jamás lograda por la Galia, y automáticamente empezó a producir generales, emperadores, filósofos y poetas, hasta el punto de que Italia llegó a parecer una simple provincia de España”.
 
No le falta razón al autor.  A los romanos les costó sangre, sudor y lágrimas conseguir la unión territorial de los pueblos peninsulares, pero lo hicieron. A ellos les debemos el sentimiento que nos anexa, el sentirnos hispanos. Y con la unificación de nuestros pueblos construyeron el pilar de la historia de Occidente.
 
Del comportamiento de los átomos de la molécula hispánica, como decía Brennan, dependerá el comportamiento de toda la estructura de Occidente. Los romanos no solo harían una nación de la Península Ibérica, sino que en ella forjarían el alma de Europa. Como si de un campo de pruebas se tratase, la idea que con éxito uniese a los pueblos hispanos, de una manera u otra sería la idea con la que se construyese Occidente. La manera en la que España ha entendido el mundo, las condiciones de paz firmadas por ella, sus revoluciones, sus guerras, sus éxitos y fracasos, han ido cerrando y abriendo los distintos capítulos de la historia de Occidente, configurando con ellos el mapa político del mundo. Podríamos decir que Occidente se ha hecho como España le ha dejado hacerlo.
 
Así ha sido desde tiempos romanos. El fin de las guerras civiles en Hispania darían fin a la República Romana, proclamando el Imperio por César Augusto en el 27 a.C. Hispania proporcionaría al imperio dos de los llamados “Cinco emperadores buenos”;  Trajano y Adriano, y fue parte fundamental de este, ofreciéndole un enorme caudal de recursos materiales y humanos. Y de nuevo, la caída de Hispania implicaría el fin del Imperio.
 
Los mismos visigodos que saquearían Roma en el 410 d.C , se harían con el poder de Hispania y sur de Francia en el 418 d.C, habiendo destruido el Imperio Romano de Occidente para siempre. Comenzaría entonces una nueva era, la Alta Edad Media, en la que Europa ya no se identifica por el imperio romano, sino por su signo cristiano.
 
El Reino de los Visigodos se ubicaría en nuestra Hispania, la Spania que ellos llamaron y de donde heredamos el nombre, y a ellos se les debe la unidad política de nuestra nación. Pero como el resto de reinos bárbaros en Europa, la Spania visigoda era territorio de luchas dinásticas y guerras tribales donde la paz era una excepción.
 
La Spania visigoda es una fiel representación de la España que en muchas ocasiones encontraremos a lo largo de la historia. Luchas intensas entre las partículas del núcleo central contra las de la periferia, en esa rivalidad eterna por el poder entre las élites de la meseta contra las élites del Mediterráneo, y los soberanos en el trono a la a vez en guerra contra las belicosas tribus del norte (vascos, cantabros y astures).
 
Si la molécula hispánica era inestable, también lo era el resto de Europa, sufriendo incesantes guerras entre francos, germanos y bizantinos, además de guerras tribales en su seno. Y el fin de la inestabilidad en Spania de nuevo repercutiría en la futura estabilidad de Europa.