España es nombre de mujer
ENS-Editorial
>Seguimos esperando que una mujer sea presidenta del Gobierno en España en un panorama dominado por la pelea incesante de machos-alfa, algunos volviendo a escena como toro bravío tras haber disfrutado durante unos cuantos meses de un permiso de paternidad y habérnoslo hecho saber a todos los españoles para que quedara bien claro.
>Una causa tan noble como la del feminismo tiene hoy una gran dosis de postureo obligatorio para pasar por la taquilla de lo políticamente correcto. Y, sin embargo, el postureo en cierta medida oculta y entorpece lo que todavía queda por hacer en la igualdad total y real de los derechos.
>Una vez que las mujeres recorran ese camino seguirán quedando asuntos pendientes, ¿o es que la precariedad creciente en el mundo laboral es un tema exclusivamente femenino?. Y los hombres tendrán que encontrar su lugar en el nuevo mundo que ya es irreversible, porque también es frecuente en el mundo masculino el movimiento pendular del macho cabrío maltratador y asesino en potencia al hombre anulado en el seno de una pareja dominada absolutamente por ella. Digamos las verdades completas.
>Queda mucho por recorrer, en ámbitos donde la mujer tiene espacios que ocupar como el deporte de alta competición y la tecnología, y al final salvar lo más importante: que lo que los antiguos definían como las tradicionales virtudes femeninas, es decir, el compromiso, el desinterés, el cuidado de los semejantes sean las más importantes para mujeres y hombres, mujeres y hombres libres, personas en igualdad. La igualdad y la libertad es lo fundamental, lo que hay que conseguir a toda costa, tras todo el ruido provocado por las manifestaciones con todas sus polémicas añadidas y sus postureos recurrentes.
Si en menos de dos días tres mujeres han sido presuntamente asesinadas por sus parejas, no veo forma de negarle un carácter estructural con tratamiento específico a la violencia pandémica sobre las mujeres. Lo que digo ocurrió casi al mismo tiempo que las movilizaciones del 8M de este año. Antes, en el 2018, el movimiento feminista marcó un hito histórico con manifestaciones masivas en nuestro país que fueron noticia en todo el mundo. Debería ser un orgullo patriótico que las mujeres españolas sean vanguardia mundial en el último tirón hacia la igualdad total y real. Afortunadamente en las sociedades occidentales hablamos de “ultimo tirón” porque en otros lugares, como en varios países musulmanes, la situación femenina es tan aberrante que debería causar una conmoción mundial.
Está en nuestra mejor tradición histórica: España siempre marca la diferencia y despunta en los asuntos clave que tienen que ver con los derechos humanos. Visto con objetividad, la reina Isabel fue una gran adelantada a su tiempo y punta de lanza en la gobernanza femenina de los asuntos públicos. Hoy, sin embargo, seguimos esperando que una mujer sea presidenta del Gobierno en España en un panorama dominado por la pelea incesante de machos-alfa, algunos volviendo a escena como toro bravío tras haber disfrutado durante unos cuantos meses de un permiso de paternidad y habérnoslo hecho saber a todos los españoles para que quedara bien claro. Una causa tan noble como la del feminismo tiene hoy una gran dosis de postureo obligatorio para pasar por la taquilla de lo políticamente correcto. Y, sin embargo, el postureo en cierta medida oculta y entorpece lo que todavía queda por hacer en la igualdad total y real de los derechos.
La nueva oleada de feminismo tiene vocación de ser transversal y definitiva, pero esa vocación de integración en un asunto clave quiebra con manifiestos que nunca podrá suscribir una parte importante de la sociedad, sin que ello implique ser machista. Porque es conveniente ser un poco más honesto que tramposo. Hay una parte de la ciudadanía que nunca podría suscribir que las políticas económicas liberales sean intrínsecamente malas o que el aborto sea una conquista de la mujer, y está en su derecho de hacerlo y no es honesto acusar de machista a quien no ha suscrito el manifiesto del último 8M no por ser un alegato feminista sino por su defensa de esos postulados añadidos a la causa por la comisión convocante de la manifestación. Si eres transversal ejércelo con autenticidad y si eres parte de algo convoca a tu parte pero no señales con el dedo inquisitorial a la parte contraria a la que además exiges que acuda a tu convocatoria.
De manera que el feminismo de última fase afronta algunas sombras tan profundas como aquellas cincuenta sombras de Grey, un insólito éxito editorial en el mundo de la liberación femenina. Una paradoja absoluta, como que las jóvenes menores de treinta y cinco años hayan sustituido la tiranía del gustar a los hombres según las educación recibida, por la tiranía de los selfies para quedar muy mona en la última imagen de Instagram. O que el mundo del deporte de alta competición y el manejo de la tecnología siga siendo un coto casi privativo de los hombres. Son problemas acuciantes que nos ponen en la senda del camino que resta hasta la meta definitiva, y una vez que las mujeres recorran ese camino seguirán quedando asuntos pendientes, ¿o es que la precariedad creciente en el mundo laboral es un tema exclusivamente femenino?.
Y los hombres tendrán que encontrar su lugar en el nuevo mundo que ya es irreversible, porque también es frecuente en el mundo masculino el movimiento pendular del macho cabrío maltratador y asesino en potencia al hombre anulado en el seno de una pareja dominada absolutamente por ella. Digamos las verdades completas.
Queda mucho por recorrer, y al final salvar lo más importante: que lo que los antiguos definían como las tradicionales virtudes femeninas, es decir, el compromiso, el desinterés, el cuidado de los semejantes sean las más importantes para mujeres y hombres, mujeres y hombres libres, personas en igualdad. La igualdad y la libertad es lo fundamental, lo que hay que conseguir a toda costa, tras todo el ruido provocado por las manifestaciones con todas sus polémicas añadidas y sus postureos recurrentes.
@Nuevosurco
Texto publicado en grupo Promecal