sábado, 20 de abril de 2024 00:02h.

Reaccionarios

 Javier-López @Nuevosurco

 Lo que sí que está amenazado en Cataluña por el independentismo es la libertad de una parte de los catalanes, la igualdad con el resto de los españoles y la fraternidad en el seno de las familias. En la revolución francesa se acuñó el término “reaccionario” para clasificar a los que se oponían a la marcha dela revolución.

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He estado unas semanas fuera de España, algo que he agradecido enormemente en este momento porque me ha permitido distanciarme y ver en perspectiva adecuada lo que sucede estos días en nuestro país. Sobre todo colocar las cosas en su lugar sin enredarme en el juego de sombras chinescas que nos envuelve y atenaza, juego macabro en el que nada es lo que parece ni nadie parece aquello que representa, de tal manera que estamos inmersos en una atmosfera donde lo más carcundioso, reaccionario y anacrónico que tenemos en el panorama político, es decir, el independentismo catalán, pasa por ser lo moderno, y hasta “lo cool” para algunos jóvenes que, iPhone en ristre, están, en realidad, faltos de patrias claras y abiertas que les brinden un cierto cobijo y perspectivas de futuro dignas. Piensan, ingenuos, que el independentismo catalán, que es la mayor falsedad mejor envuelta de los últimos años, es algo distinto a la ingente tapadera histórica ideada por una burguesía catalana en gran medida antisocial e insolidaria.

Pero el juego de sombras chinescas ofrece más escenas extravagantes y rocanbolescas. Ofrece, por ejemplo, la imagen de una cierta izquierda solidarizándose en causa común con este independentismo insolidario, carcundioso y reaccionario. Es una izquierda reaccionaria y populista que con su presencia entusiasta en el barullo independentista suscribe privilegios feudales y,  lo que es peor, la exclusión totalitaria y antihumana de una parte de la ciudadanía catalana frente al rodillo nacionalista. Esa izquierda incurre en la enorme responsabilidad histórica de ni querer colocar las cosas en su perspectiva adecuada, por conveniencias de pactos y posibles aritméticas parlamentarias, y además delega su función de  ofrecer a los jóvenes catalanes entusiasmados con la estelada una autentica bandera liberadora que ensanche horizontes en espacios amplios de convivencia

Pero el espectáculo ofrece todavía escenas tan sugerentes como la de José García Molina, vicepresidente segundo de Castilla-La Mancha, una de  la comunidades autónomas españolas con más sentido de la unidad del país con el PSOE que más honores suele hacer a su E, visitando al fanático Oriol Junqueras y a la escurridiza Ada Colau. Al paso, poniendo en un serio aprieto a Emiliano García- Page, de cuyo sincero y sentido patriotismo, del que nadie duda a estas alturas, deberíamos tener noticia estos días. Sin embargo, mientras esa izquierda española consciente no alce de forma unitaria una voz de alerta ante los nuevos reaccionarios nos quedará todavía mucho camino por recorrer. Es absolutamente lamentable que personas como José García Molina se presten a la estrategia de Pablo Iglesias de “divide y vencerás”. Solamente la izquierda populista y mediocre de Iglesias puede hacerle el caldo gordo a  otra mediocridad tan desesperante y anacrónica como el independentismo catalán.

De manera que esa izquierda participa en la idea a todas luces falsaria de que la identidad catalana se encuentra amenazada, cuando lo cierto es que si lo está lo está  en la misma medida que la de todo el conjunto de España y la de otros pueblos del planeta por la dinámica uniformadora que se impone  en un mundo concebido unicamente como un gran mercado global  con la unificación creciente de  hábitos de consumo y formas de vida. El Estado español no es una amenaza para la identidad catalana, sino más bien todo lo contrario.  Lo que sí que
está amenazado en Cataluña por el independentismo es la libertad de una parte de los catalanes, la igualdad con el resto de los españoles y la fraternidad en el seno de las familias. En la revolución francesa se acuñó el término “reaccionario” para clasificar a los que se oponían a la marcha dela revolución. En nuestro juego de sombras chinescas, donde nada es lo que parece, los reaccionarios son los que, queriéndose hacer pasar por los avanzados de la historia, atacan por acción, omisión o colaboración la libertad, la igualdad y la fraternidad de todos y entre todos. Serrat tiene razón.

Artículo publicado en La Tribuna de CLM/Grupo Promecal