viernes, 19 de abril de 2024 00:16h.

Iglesias muestra sus cartas

El populismo marca su territorio para los próximos años en la investidura de Rajoy

La sesión de investidura a Mariano Rajoy ha estado en todo momento condicionada por los juegos malabares del populismo que en algún momento han alcanzado la categoría de bufonada.  Pedro Sánchez ha estado durante estos  días presente pero en forma de sombra amenazante,  de manera que todo el territorio del antimarianismo visceral quedó en manos de un Pablo Iglesias que ha aprovechado la ocasión para fragmentar el panorama político entre Podemos y el resto, lo que él ha llamado La Triple Alianza.

Iglesias cada vez recuerda más en sus intervenciones parlamentarias lo que a lo largo de la historia han hecho los populistas con aspiraciones a dictador cuando han estado en instituciones representativas similares al Congreso de los Diputados: Convertir esas instituciones en una pista de circo donde desarrollar todo tipo de histrionismos. El ejemplo de Hugo Chávez en Venezuela es el más reciente y significativo. El parecido es asombroso.

Hasta que la democracia termina por reventar y el populismo entra en esos recintos con sus cantos de sirena y sus señuelos para bobos. En esas estamos en España aunque Mariano Rajoy, con su táctica de “quien resiste gana”, haya conseguido de momento taponar la hemorragia. Que nuestro sistema representativo tiene unas limitaciones impropias de una democracia de calidad es algo evidente, pero que eso sea aprovechado por un populista de libro para vociferar desde la tribuna llamando delincuentes a los diputados es algo que no debería pasarnos desapercibido.

El papelón de los socialistas

Pero si la intervención de Iglesias fue indecorosa, el papel del PSOE ha sido realmente triste. Un partido roto, deshilachado, sin ilusión. Con un portavoz, Antonio Hernando, diciendo digo donde dije Diego. ¿No había otra persona para defender la abstención que el que fue también el portavoz del rígido No es No? En los corrillos de los pasillos y del patio del Congreso se ha visto muy bien la quiebra moral del PSOE. Dos partidos en uno en busca de un papel que cumplir.

El PP no tiene otra opción que entenderse con este PSOE, pero los socialistas recelan. No parece que haya mimbres para que la legislatura sea larga. La aprobación de los presupuestos generales del Estado para el año que viene será la prueba de fuego pero es difícil que en ese trance el PP se quede solo con el insuficiente apoyo de Ciudadanos.

A Albert Rivera se le escapó un “gilipollas” durante la intervención de Pablo Iglesias. Al menos vimos algo de sinceridad en un discurso que tendría que ser mucho más contundente frente al populismo. El  partido naranja pierde fuelle a pasos agigantados como si se quedara viejo sin remedio. Es desesperanzador para los ciudadanos ver como lo nuevo envejece tan pronto y como el nuevo tiempo se evapora entre lo anodino y la amenaza del populismo.