jueves, 28 de marzo de 2024 01:16h.

Los gitanos cantan a Dios

Joaquín Albaicín/Cultura Transversal

La Navidad flamenca no podía dar comienzo en Madrid sin que el gran Miguel El Rubio pusiera la cosa al rojo vivo con un fandango de los suyos antes de unirse en una tanda por soleá a dos jóvenes a quienes no conocíamos y nos sorprendieron gratamente

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El madrileñísimo Teatro de La Latina, donde en estos días puede disfrutar el aficionado de una gran zambomba con magníficos artistas en el cartel, devolvió a su programación por una noche y por una buena causa -la lucha contra el acoso infantil conducida por la Fundación Para la Mejora de la Vida- una obra que cosechó durante el verano un importante éxito de crítica y público: la misa flamenca Los gitanos cantan a Dios de Tito Losada, sabio veterano que ha compartido escenario con estrellas internacionales como Sting, Montserrat Caballé, Joaquín Cortés, Elton John, Diana Ross o Hino Terumasa a fuer de dirigir espectáculos (Alma gitanaHasta aquí hemos llegadoLas Mil y Una Noches…) que pasan año tras año por los mejores teatros del mundo. De hecho, Los gitanos cantan a Dios ha sido representada en auditorios y lugares de culto tan importantes en Madrid como las Catedrales de la Almudena y de San Isidro y la Iglesia de San Jerónimo el Real, el Templo de la Valenciana en Guanajuato, la Catedral Metropolitana de Ciudad de México, la Sala del Teatro de Monterrey, la Academy St. Martin In The Fields de Londres, la Catedral Primada de la Plaza Simón Bolívar de Bogotá, donde veinte mil personas se abigarraron para asistir a una única representación, o la Iglesia de San Marcos de Milán.

La molla musical del montaje, que sigue desde pautas flamencas la estructura de la misa católica, la encarnan las guitarras de Tito y sus hijos Iván y Lucky Losada -a quien estamos más acostumbrados a ver a horcajadas sobre el cajón del ritmo, con el que es una de las figuras indiscutibles- y la percusión de su vástago más joven -Antonio- y de su nieto, Iván Jr. Los dos últimos protagonizaron un dúo de cajones de más que seria impronta. ¡Vaya si la tuvo! A Antonio le habíamos escuchado y aplaudido otras veces. Veíamos, sin embargo, por primera vez al jovencísimo Iván Jr., que se destapó como un intérprete de sensacional sutileza e inusitado don para el matiz.

La Navidad flamenca no podía dar comienzo en Madrid sin que el gran Miguel El Rubio pusiera la cosa al rojo vivo con un fandango de los suyos antes de unirse en una tanda por soleá a dos jóvenes a quienes no conocíamos y nos sorprendieron gratamente. A Joselito Montoya -hijo de Morenito de Íllora, que acaba de volver de girar con Tomatito por Estados Unidos- le sonó, en efecto, muy bien y muy flamenca la voz y dejó giros y detalles de mucho gusto, mientras que Chelo Soto se distinguió con bravura y rajo en la bulería. Y, como era de esperar, Ángela Bautista encandiló con esa dulzura con que borda los coros abaladados. Todo esto, en fin, antes del Padrenuestro por siguiriyas y las alegrías de un Rafael Amargo -triunfador también sobre estas tablas en el estío- chispeante y entregado y que arrancó fuertes aplausos de los concurrentes a la función benéfica.

Un tratado bizantino anónimo del siglo XIII –El jardín simbólico– recoge una frase que podría ilustrar con gran precisión la historia personal y artística de Tito Losada y la catarsis interior por él vivida y que dio nacimiento a este espectáculo: “Mientras Dios está junto a nosotros, por la misma razón, toda desgracia se aleja de nosotros”, leemos en el incunable…. Y es cierto. Al final, es la Providencia de Dios, Su Ángel de la Guarda, quien, cuando los interesados no somos capaces, tiene que terminar sacándonos las castañas del fuego. Alimento muy navideño, por cierto, las castañas, y a la salida de la velada se echaba en falta a alguna señora que, cual figurita del Belén, las vendiera a la puerta. No debería, en Navidad, haber teatro sin castañera en nómina. Como a falta de pan buenas son tortas, y como empezaba a extenderse ya por las calles la espesa niebla que esa noche se enseñoreó de la capital, nos refugiamos a tomar una copa con el actor José Maya en el bar del teatro. Desde su barra y mientras recordábamos el éxito de su Flamenquillos en Flamenco On Fire de Pamplona, veíamos salir a los Losada, Amargo y compañía, bártulos al hombro y con la satisfacción del deber cumplido.

Que ya estamos en las Pascuas, en fin.